Muy a menudo, los delitos de cuello blanco se señalan no como simples violaciones de las normas técnicas, sino como un comportamiento premeditado que afecta a diferentes categorías de víctimas.
Entre estos últimos, de hecho, está el Estado: pensemos en el caso de corrupción cometida, por ejemplo, por funcionarios públicos. Muchas veces, gracias a su considerable experiencia técnica y en virtud de los cargos que ocupan dentro de la misma empresa, los trabajadores administrativos pueden ser acusados de enriquecerse indebidamente y/o cometer graves irregularidades sancionadas por la ley penal.
Lo peor es que, muy a menudo, surge una gran confusión en la población sobre la correcta identificación de los delitos de cuello blanco.
Por ejemplo, a veces se confunden con los «robos profesionales» más habituales, con la diferencia de que un ladrón profesional suele ser considerado un delincuente, mientras que el empresario se considera un ciudadano respetable. Esta disparidad realmente no se comprende.
Por tanto, es urgente, en primer lugar, arrojar algo de luz sobre un tema tan complejo y controvertido.
En el lenguaje común, los trabajadores de cuello blanco se refieren a aquellos trabajadores que no realizan tareas físicas, sino a aquellos que trabajan utilizando los conocimientos adquiridos en sus estudios. Los ejemplos clásicos de trabajadores administrativos son los oficinistas, los profesionales o los funcionarios estatales.
Estos delitos, que generalmente persiguen fines lucrativos, suelen caracterizarse por la ausencia de conductas violentas y por la categoría de víctimas. Lógicamente, el elemento subjetivo propio de estos delitos es la dolo, en el sentido de que el agente debe ser plenamente consciente de la conducta ilícita que realiza.
En general, los delitos de cuello blanco están relacionados con el mundo de las finanzas, el mercado y el comercio. Entre ellos los principales son:
– fraude
– Reciclaje
– Delitos de corrupción
– Fraude en fondos públicos
– Corrupción internacional
– Interrupciones en la subasta
– Abstención de encantamientos
– Fraude y morosidad en suministros públicos
– Fraude agravado para la obtención de financiación concedida por el Estado o por la CE
– Insolvencia fraudulenta
– Contabilidad falsa
Además de esto, también existe toda una serie de delitos contemplados en las leyes especiales en materia de delitos corporativos y los cometidos a nivel internacional.
El delito de «cuello blanco» suele expresarse en el ámbito empresarial en la información financiera falsa de las empresas, en la manipulación bursátil, en la corrupción directa o indirecta de funcionarios públicos, en el fraude en el ejercicio del comercio, en la apropiación indebida y en el desvío de fondos, en fraude fiscal, en otras «irregularidades» llevadas a cabo en el contexto de la quiebra y también en la quiebra.
En la profesión médica, por ejemplo, que a primera vista expresa menos delincuencia que otras, encontramos ventas ilegales de alcohol y estupefacientes, abortos, tratamientos complacientes, falsos testimonios en accidentes de tráfico, falsas declaraciones de locura, etc …
La descrita anteriormente, sin embargo, es una categoría penal que tiende a subestimarse, incluso en los tribunales, y esto por cuatro motivos fundamentales:
– Se lleva a los magistrados a considerar poco probable este tipo de delitos;
– Los delitos de cuello blanco no se consideran peligrosos para el público;
– Las víctimas de actos delictivos en entornos de alto nivel no se consideran tan gravemente dañadas como las víctimas de otros tipos de delitos;
– Los medios de comunicación tienden a presentar los delitos de las clases pudientes con argumentos de apoyo.
El enjuiciamiento del delincuente de «cuello blanco» rara vez involucra a más de una persona. La corrupción política, por ejemplo, casi siempre implica connivencia entre políticos y empresarios, pero los enjuiciamientos generalmente se limitan a una sola persona.
Según algunos, entonces, entre el crimen de cuello blanco y el crimen organizado existe una relación bien definida, capaz de rediseñar el concepto de crimen organizado como un «crimen organizado» más que como un «crimen de tipo mafioso». Lo que surge, en todo caso, es que ambas realidades constituyen organizaciones que necesitan de la corrupción para auto conservarse; en resumen, no son más que formas distintas de crimen organizacional.